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Con-sumo Gusto

Hace ya algún tiempo venía pensando en el hecho de enviar para su posible publicación, una serie de reflexiones que elaboré en su día con motivo de la “prueba” final a realizar en la clausura de un curso sobre Derecho del Consumo.

Por fin he decidido hacerlo y heme aquí con la intención de compartir con vosotros las mismas, en la esperanza de que sirvan al menos, para que durante unos minutos pensemos en esa simple pero a la vez fundamental acción de diario, cual es ir a comprar a la tiendecilla de al lado de casa y actuar, no como Ilustres Abogados que somos, claro, sino como “cualquier hijo de vecino” que en chándal y zapatillas compra la leche y el periódico (o la revista de cotilleos que… ¡benditas sean para desconectar!!!!!!!).

Un saludo a todos.

Sevilla, agosto de 2.004

Toca a su fin este extenso y arduo curso con lo que parece ser de forma voluntaria, si apetece, puede uno presentar un trabajo acerca del contenido del mismo, dejando al libre albedrío del alumno la decisión del tema en concreto sobre el que realizarlo.

¿Un estudio jurídico profundo sobre ….. la actividad sancionadora?; interesante, pero no.

¿Un análisis esquemático sobre….. el dinero y los servicios bancarios?; apasionante, pero tampoco.

¿Un estudio comparativo entre la antigua y la nueva normativa?; instructivo pero agotador para estos días de intensa canícula.

Lo cierto y verdad es que ante un abanico temático tan extenso como el que compone el mal (o bien) denominado derecho del consumo, uno no tiene muy claro hacia donde dirigir sus pesquisas a fin de elaborar ese magistral trabajo que le lleve a “Conseguir la Gloria”. Por ello, haciendo uso de mis muy limitados conocimientos y de mi no menos limitada experiencia, he decidido contaros en breves líneas para no llegar a aburriros, una conversación que mantuve hace tiempo con mi gran compañera y sin embargo amiga, Matilde, una granaína “mu salá” que vive en primera línea de fuego la realidad del consumo y en consecuencia, la de los consumidores.

Me contaba Matilde en una mañana desesperante de esas en que todos los problemas jurídicos llegan al mismo tiempo al Servicio de Legislación en busca de la solución “más idónea”, cómo puede llegar a “enganchar” este mundo del Consumo, pero qué poco gratificante resulta ser al mismo tiempo, cuando tienes frente a ti al verdadero perjudicado, al último eslabón de la cadena, al consumidor en definitiva y no puedes ayudarle realmente.

En concreto llegó un señor un buen día desde su pueblo exponiendo el problema que le acuciaba, consistiendo el mismo en que su hijo pequeño de 8 años lloraba desconsoladamente ante la pérdida de una bicicleta que le habían “regalado”sus Majestades los Magos de Oriente.

Contaba el humilde caballero que la preciosa bicicleta había resultado viciada de forma oculta y que al ir a reclamar le habían puesto toda clase de inconvenientes. Durante casi 2 meses en un continuo tira y afloja con el centro comercial donde adquirió la bicicleta, no consiguió solucionar el tema hasta que por fin un buen día, tras interponer la oportuna Hoja de Quejas y Reclamaciones, la Administración le notificó que se había procedido a girar visita inspectora al establecimiento reclamado y que resultando positiva el acta de inspección levantada, se procedería a incoar el correspondiente procedimiento sancionador contra el centro.

El señor muy contento se lo comentó a su hijo, quien nuevamente ilusionado volvió a verse a sí mismo subido en su mágica bicicleta, compitiendo con los amigos del barrio en carreras de alto nivel donde el preciado premio a ganar consistía en una inmensa bolsa de golosinas. Pero cual no sería la sorpresa para ambos (padre e hijo) cuando al ir pasando los días constataron que no había bicicleta nueva alguna, que la rota seguía aparcada en el salón de casa y que a ellos nadie, ni el centro comercial, ni el inspector, ni la Administración que le envió la carta, les había entregado una bici nueva para que el pequeño pudiera jugar.

Esta historia sucedió hace ya un par de años. Por suerte algo ha llovido desde entonces, avanzándose tanto en la legislación como en los medios técnicos y humanos en materia de defensa de consumidores y usuarios, restando sin embargo aún mucho camino por recorrer.

La sociedad de consumo se va transformando poco a poco con nuevos modelos sociales, nuevas pautas y técnicas de marketing, al tiempo que se intenta que el régimen jurídico de protección del consumidor avance de igual forma: si no al mismo ritmo, a mayor velocidad (aunque esto último resulte más bien una utopía), pero en ningún caso debe ir por detrás. Encontramos de igual modo una mayor información acerca de los derechos/deberes básicos de los consumidores y usuarios gracias a un también mayor despliegue informativo en los medios de comunicación, campañas educativas y formativas, etc… La normativa existente y aplicable ha sido objeto de actualización en los últimos años, teniendo como máximo exponente la nueva ley andaluza, Ley 13/2.003, de 17 de diciembre, de Defensa y Protección de los Consumidores y Usuarios de Andalucía.

Son muchas las áreas a regular en el marco del derecho del consumo. Así podríamos hablar en materia de contratos, de los contratos de adhesión, condiciones generales, o claúsulas abusivas; o también hablar de materia de publicidad registral, ventas, abarcando tanto las realizadas a distancia, automáticas, domiciliarias o en pública subasta, como las ventas promocionales que se efectúan en rebajas, liquidación, saldos o con prima.

Tampoco podemos dejar pasar aunque sea mediante una breve referencia, el régimen jurídico del etiquetado de productos, la publicidad subliminal, falsa y engañosa, la actividad administrativa para proteger la salud y seguridad de los consumidores (extensa área que abarca el control de industrias alimentarias, controles preventivos y de mercado, los reglamentos reguladores de los productos alimenticios e industriales, las medidas del control del mercado con la inspección de consumo), y…… ¡¡¡¡¡No se vayan todavía, aún hay más!!!! el consumidor respecto a los servicios de agua, electricidad, teléfono y gas, el automóvil, el sector textil, electrodomésticos y juguetes, el mercado de la vivienda con la adquisición y arrendamiento de la misma, su financiación, seguros, el dinero y los servicios bancarios, comercio electrónico, servicios de ocio y espectáculos públicos, los servicios de enseñanza, la figura del defensor del asegurado, del cliente en el ámbito bancario o del promotor en los Planes de Pensiones, las Oficinas de Información al Consumidor, el Consejo Andaluz de Consumo, de Salud y las Comisiones de Precios………….. ¡Vaya y no se ve el fin!.

Verdaderamente no resulta negativa la existencia de tantas áreas susceptibles de regulación por el “derecho” del consumo. Lo verdaderamente negativo es que, ni esa normativa ni los medios habidos y por haber, para su aplicación, lleguen a “consolar” al pequeño de nuestra historia; a ese niño de pocos años que lo único que deseaba era tener su bicicleta. Y es en este punto donde deben reparar las instancias administrativas. El objetivo deberá ser no únicamente sancionar, no únicamente intentar conseguir que disminuya el número de infracciones, sino también que la persona que reclame, denuncie o se queje, llegue al final a conseguir su particular objetivo. Si esto no es así, ¿qué beneficio aporta al ciudadano poner en conocimiento de la Administración la existencia de infracciones?; ¿el interés general de la sociedad?. Seamos realistas: no. El beneficio del padre de nuestra pequeña historia será ver sonreír nuevamente al hijo cuando….. La bicicleta de sus sueños vuelva a rodar por las calles.

Pero a pesar de todo debemos alegrarnos de los muchos avances conseguidos. La situación ha mejorado bastante. Así, ya no resulta “pecata minuta” interponer hojas de quejas-reclamaciones o denuncias, pero aún queda mucho camino por recorrer. Por ello intentemos entre todos recorrerlo para que al final el objetivo conseguido sea, por un lado beneficio general, y por otro objetivo particular. ¿Difícil, no?. Pero precisamente en esa dificultad reside el encanto del “derecho” del consumo. Precisamente ahí, está eso que te “engancha” cuando entras a conocerlo y ya…………… no quieres salir.

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