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Obituarios Nº 169

DON FRANCISCO VAZQUEZ TRIGO

Como un escopetazo, la mala nueva de que Paco Vázquez nos había dejado, me dio de lleno en el pecho, donde dicen que habitan los sentimientos. Lo supe por casualidad y a tiempo, porque su familia había cumplido religiosamente su voluntad “post mortem” de que no se hiciera público su fallecimiento. Tuve la suerte de asistir a su funeral, entre sus íntimos, que yo también lo era. Por fortuna, pude expresar a su familia cuánto le quería con mi silencio emocionado y mi presencia. Seguro que, de haber salido en ABC su esquela, la capilla del tanatorio se hubiese desbordado, pero queda claro que él no lo quiso. Cuantos y cuantos compañeros hubieran hecho como yo, de haber conocido tan lamentable hecho.

Don Francisco Vázquez Trigo ha sido, y creo que arriba lo seguirá siendo, un abogado de los que prestan lustre y honor a nuestro colegio, algo que ya va escaseando.

Arduo y muy trabajoso me resulta transmitiros una imagen fiel de Paco Vázquez, que sólo los mas veteranos conservan. Baste decir que era, ante todo, abogado. Abogado hasta las cachas. Intentaré encontrar palabras que lo compendie.

Era humilde y orgulloso a la par, por muy dura que parezca la paradoja. En el ejercicio de su noble oficio sabía respetar a los servidores de la excelsa función de juzgar y hacer cumplir lo juzgado. Pero que nadie se atreviese a despreciar o desconocer que su función era igualmente excelsa.

Paco era escrupuloso en la defensa de sus clientes. Yo diría más: en extremo meticuloso. Mil veces revisaba los argumentos y las pruebas, no quedando nunca contento con el análisis. No se fiaba de nadie, y en ese nadie estaba incluido él mismo. Leía y releía sin fin las declaraciones, buscando en ellas lo que no se dice paro se deja entrever. Anotaba el más insignificante matiz y lo desmenuzaba como antaño se limpiaban en casa las lentejas de sus impurezas.

Paco fue siempre fiel al compañero, sin poner a éste por encima de los intereses encomendados. Aquello de que el cliente pasa y el compañero permanece no iba con él. Cada uno en su lugar y los dos al mismo nivel.

Estudioso hasta decir basta.

Y responsable, muy responsable. Paco sentía sobre sí el paso de la defensa como una losa. La rutina que a tantos nos llega a vencer, quizá por el exceso de trabajo, era su enemiga. No consentía apurar los tiempos ni atender dos cosas a la vez. Un día, hablando de la responsabilidad, me confesó que, después de cincuenta años de ejercicio, tenía que visitar los urinarios antes de entrar en Sala.

Pero todo no queda en esto. Debajo de ese abogado, había un excelente ser humano, con las usuales y connaturales manías, todas buenas. Atesoro en mi vida el don sin precio de su amistad. Va a ser muy difícil para mí que me falte el abrigo de su amabilidad y de su sabiduría de gran maestro.

Yo le quise mucho. Que Dios lo tenga consigo.

Enrique Álvarez Martín

In memoriam: Francisco Vázquez Trigo

Nunca pensé que fuese a escribir unas líneas de este tipo. Pero suele suceder en materia tan grave.

Discurrían los primeros minutos del mes de Mayo cuando nos dejaste. Tras de ti una amplia vida de hombre bueno, y de buen Abogado. Vida dilatada, estabas a punto de cumplir los 86 años, y hacía pocos que dejaste de usar la toga, aunque no las inquietudes por el mundo jurídico y la Abogacía en particular. Vida plena, con tu mujer, tus tres hijas, tus nietos, y me atrevo a decir que demás familiares y amigos.

Te conozco desde chico, diría sin probabilidades de equivocarme que desde que nací. No en balde eres mi querido Tío Paco. Una persona singular, como casi todas, y maravillosa, especialmente en tu caso.

Puedo dar cuenta de tus virtudes como persona, y como Abogado también, aunque cuando yo comenzaba, de tu mano, tú fuiste mi padrino, ya estabas en el último tramo de tu vida profesional.

A buen seguro que de no ser por tu longevidad, otras plumas más estilizadas y poéticas del mundo jurídico sevillano te hubieran brindado más bellas líneas que ésta, en honrado homenaje.

Ello no obstante tu discreción, pues el cariño, la admiración y el respeto, no están reñidos con la modestia.

Recuerdo hace unos tres años la satisfacción que te produjo recibir unas líneas manuscritas de nuestro Decano, con motivo de tu pase a no ejerciente y tus sesenta años de ejercicio profesional, en la que entre otras cosa te decía: “…Ciertamente, ha sido Usted un Maestro en esta profesión nuestra, que ha ejercido con discreción, dignidad y eficacia. No en vano, los compañeros le tenemos respeto, admiración y cariño…”.

Todo ello en tu caso rigurosamente cierto. Cuánto agradecí que pudieras tener esa merecida satisfacción, culminando en lo profesional una vida que como la de cualquier Abogado seguro que ha tenido momentos de dureza e insatisfacción.

Recuerda de todas formas lo bueno, y a aquellos que te queremos.

Hasta siempre. Descansa en Paz.

Jaime Casado Ruiz

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