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Consejo Andaluz de Colegios de Abogados

Llanto de togas por un gran Decano

 

Hay noticias que hielan el alma. La repentina muerte el pasado 20 de Diciembre de Francisco Rojas Folgado, decano del Colegio de Abogados de Córdoba, conmocionó a la Abogacía institucional española y con especial intensidad a los decanos de los Colegios de Abogados de Andalucía, conscientes todos de que acabábamos de perder a un magnífico amigo, compañero excepcional, ejemplar decano y trabajador incansable al servicio de la Abogacía.

Era Paco un hombre de bien, vocacionalmente entregado a nuestra profesión, profundamente comprometido con los demás y fundamentalmente bueno, –en el más machadiano de los sentidos–, que creía firmemente en la necesidad de defender a ultranza la dignidad inherente a toda persona y que, desde su coherencia vital, fue siempre un infatigable servidor de los más desfavorecidos.

Por ello no dudó en acceder a la petición que le hicimos en el Consejo Andaluz y asumió la Presidencia de las Subcomisiones autonómicas de Extranjería y de Penitenciario, cargos desde los que trabajó incansablemente para que cada día mejorase la asistencia jurídica gratuita que prestamos a quienes padecen carencias económicas y a todos aquellos que malviven inmersos en la marginación. La muerte, maldita muerte, le llegó justamente el día que entraba en vigor la reforma, –una más– de la Ley de Extranjería.

De repente y por sorpresa la muerte, maldita muerte, nos lo arrancó de cuajo, dejándonos el corazón desgarrado. Su desbordante vitalidad se detuvo de pronto, precisamente el mismo día en que se cumplían dos años de su elección como decano. Exactamente dos años antes había logrado en las urnas la confianza de los abogados cordobeses. Justamente dos años después todo fue conmoción, silencio, lágrimas y dolor en Córdoba. Exactitud de la muerte, maldita exactitud de la muerte.

Nuestro último abrazo en el Colegio de Lucena, en tarde de sábado ya navideña y sólo unas cuantas horas antes de que sucediese lo imprevisible, –él regresaba a Córdoba y yo a Sevilla, tras asistir ambos a la festividad colegial lucentina–, se convirtió así en el eterno abrazo de despedida de todos los abogados, andaluces y no andaluces, que hemos tenido la suerte de conocerle.

Siempre me estremecerá el recuerdo de ese último abrazo y la memoria de aquel profundo silencio de la capilla ardiente, instalada en la sede colegial. Sólo unas horas de por medio, muy pocas horas. Fuera, las luces navideñas. Dentro, el dolor de todos y el alma helada por el frío fúnebre, en la amarga madrugada de duelo. Togas de luto en torno al féretro, que se nos ha ido el decano. Silencio y lágrimas. Fragilidad de tres hijos adolescentes. Dolor y recuerdos, muchos recuerdos. Llanto de abogados. Entereza silenciosa de una viuda, incrédula ante lo sucedido. Dolor y silencio.

La Alcaldesa Rosa Aguilar tampoco logra vencer las lágrimas ante la muerte de su decano. Conmoción en el Presidente de la Abogacía Española Carlos Carnicer. Lágrimas de la decana de Cantabria Victoria Ortega. Llegan profundamente afectados el decano de Cáceres Joaquín Hergueta, el consejero Jesús López Arenas y Antonio Ruiz-Gimenez. Llanto de togas. Abogados, jueces y fiscales. Todas las Autoridades. La Consejera de Justicia Carmen Hermosín y su Director General Julio Coca también viajan apresuradamente a Córdoba.

Penumbra y silencio en la solemne sala colegial. Sol en Córdoba ese 22 de Diciembre. Es mediodía y en las estrechas calles suenan las voces infantiles que cantan la lotería de Navidad. Maldita lotería de la vida. Procuro dominar la angustiosa ansiedad de la pena. Tomo aire en la calle y vuelvo a entrar en el Colegio.

Penumbra y flores. Todos los decanos andaluces en torno al féretro. Togas de duelo, muchas togas de luto. Mis entrecortadas palabras rompen el silencio. Es el Acuerdo que horas antes hemos adoptado. Soy la voz dolorida del Consejo Andaluz de Colegios de Abogados, ante el cuerpo inerte de uno de los nuestros. Coloco sobre el féretro la Medalla de la Abogacía Andaluza. Homenaje póstumo a un gran decano. El lazo verde y blanco destaca sobre el negro de la toga del compañero que se nos ha ido. Verde y blanco de Andalucía. Esperanza de verdadera vida y Paz eterna. Qué sentimientos más contradictorios. Es un doloroso honor depositar sobre su féretro ese reconocimiento de los abogados andaluces. “Que Dios te guarde siempre, Paco. Que Dios te guarde, Compañero del Alma, Compañero”. Luego beso a Charo y a sus tres hijos. En sus ojos detecto un instante de satisfacción y legítimo orgullo, entre tanto dolor y angustia.

Nos queda su ejemplo de sincero y coherente compromiso social. Nos queda también la lección de que la verdadera grandeza del hombre se identifica siempre con la inteligencia, la humildad y las buenas intenciones, desde el respeto a la dignidad de la persona.

Paco nos deja la gran lección de su entrega a la Abogacía y de su profundo compromiso con los más desfavorecidos. Él será siempre, en nuestra memoria, un Abogado de bien y un gran Decano, en cuyo féretro tuve el doloroso honor de colocar la condecoración más justa y merecida de cuantas recuerdo. También la más triste.

José Joaquín Gallardo Rodríguez

Presidente del Consejo Andaluz de Colegios de Abogados

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