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Teatro Jurídico, radio teatro basado en La Toga Roja

Teatro Jurídico, radio teatro basado en La Toga Roja

Radio Teatro basado en La Toga Roja de Eugéne Brieux

Adaptación de Cristina Borrero y Ana Martínez

El Taller de Teatro Icas, vuelve a ponerse la Toga, pero no para subirse a un estrado, ni tampoco a un escenario,  sino para recuperar aquél antiguo formato tan popular en el siglo pasado, cual es el Radio-teatro con la adaptación para este formato de “La Toga roja” (La robe rouge) del dramaturgo francés Eugène Brieux.

Con La Toga Roja, este Taller se ha  sumergido en la justicia francesa de principios del Siglo XX en una de sus regiones más desconocidas, el País Vasco Francés, indagando en la obra, su tiempo, su autor, con una atención particular hacia la figura de la mujer o las figuras de las mujeres que su autor nos invita a conocer.

Brieux se sirve del  teatro para denunciar el sistema de ascensos de la carrera judicial francesa empoñozada por la política y el nepotismo que pervierten a la propia Justicia y a sus justicieros. Pero más allá de la trama, un juicio sobre un crimen, su veredicto  y  las consecuencias  de éste, Brieux nos presenta cuestiones universales y atemporales merecedoras de  que el público en general, y el jurista en particular, se detenga ante ellas formulándose algunos interrogantes que quizá le reconduzca por derroteros poco transitados.

Toga Roja Acto 1

Toga Roja Acto 2

Toga Roja Acto 3

Toga Roja Acto 4

 

 

Entrevista de ELITE RADIO al Club de Taller de Teatro del ICAS.

 

Compartimos los estudios que miembros de este Taller han realizado y que nos permite gozar más de la magnífica obra de Eugène Brieux.

“ La Toga Roja, su contexto y Eugène Brieux” por Juan José Bermúdez Jiménez

En la época de la III República Francesa, largo periodo que se inaugura con la batalla de Sedan (1870) y que concluye con el armisticio de Compiegne (1940), alrededor del cambio de siglo en la pequeña ciudad de Mauléon, capital de la provincia de Sola (Zuberoa), en el País Vasco Francés (Iparralde), Departamento de Pirineos Atlánticos, vive con su mujer y su hija en una modesta vivienda el Fiscal Edouard Vagret.

Es un tiempo histórico identificado como el del nacimiento de la idea de Francia como nación política, ilustrada en las leyes sobre la educación, la laicidad, los derechos de huelga, de asociación y de reunión junto con reformas sociales. Estamos por tanto ante una sociedad apasionadamente politizada en la que el sufragio universal, naturalmente masculino, es el instrumento decisivo en toda clase de asuntos públicos a través del juego de las mayorías políticas, conseguidas no siempre del modo más ortodoxo y a cuyo frente se ponen con demasiada frecuencia políticos profesionales carentes de escrúpulos. Por otro lado, la hipocresía social, en todas sus variantes, nunca anda lejos.

En este clima político, social y moral, el desempeño de una función pública judicial en una zona eminentemente rural, atrasada y económicamente subdesarrollada, con una población en la que la tradición vasca y cristiana tiene un profundo arraigo, no puede ser visto más que como un destino de tercera clase, de paso en el mejor de los casos.   

La toga roja, como la que hoy utiliza el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, es la veste que simboliza una carrera culminada con éxito para el Fiscal Vagret y la que, como otros funcionarios de Justicia de la época, aspira a lucir ante un Alto Tribunal como reconocimiento a su mérito profesional. En su esperanza de ver hecho realidad un ascenso profesional que conllevaría la mejora de su sueldo, el cambio a destino de mayor importancia y la ocasión de promoverse socialmente a niveles más elevados, le acompañan su esposa y su hija, pendientes siempre de ceses, vacantes y nombramientos. Para cuando llegue la hora, la familia ha adquirido ya la prestigiosa prenda que guardan conservada en naftalina.

La necesidad de que el impulso definitivo a su carrera, después de una sucesión de expectativas frustradas parece –y la mujer del Fiscal está convencida de ello- que sólo podrá venir de la mano de una influencia política, como ha venido ocurriendo frecuentemente en los ascensos de otros colegas, pero lamentablemente nuestro protagonista carece de las relaciones personales que puedan proporcionárselo y tampoco está dispuesto a buscarlas, empleando una coletilla que llega a hacerse simpática. “y contra eso, ¿qué”. Es pues sólo un triunfo profesional, en forma de consecución de una condena  a la pena capital, que haga ver que el crimen se castiga con contundencia por el sistema judicial, el único modo para Vagret de conseguir salir de este impasse.   

En esta situación se cruza en su camino un crimen misterioso, el de Yrisarry, cuya instrucción parece atascada hasta que se hace cargo de ella el Juez Mouzon, sujeto de doble moral, arbitrario, cínico y corrupto que reemplaza a Delorme y que, con la misma falta de escrúpulos con que hace un favor político liberando a un presunto culpable,  se compromete a proporcionar ese acusado en plazo breve y a hacer que recaiga sobre él un castigo ejemplar, probablemente la pena capital.

La estrategia de Mouzon fructifica pronto en el apresamiento y encarcelamiento del paisano Obertal, a quien presiona y trata de engañar por todos los medios para que se confiese autor del crimen. La terquedad de Obertal en mantener su inocencia, aun cuando la investigación desvela aspectos de su carácter y conducta que impiden tenerlo por ingenuo y que incluso hacen albergar dudas sobre su inocencia, exasperan de tal modo a Mouzon que éste teme fracasar en su designio, pero al extender sus averiguaciones a la mujer del detenido Adriana, encuentra fortuitamente que ésta guarda un secreto que ya casi ha olvidado, un antecedente penal ocurrido hace muchos años y debido a un mal paso juvenil, y dándose cuenta de que Obertal lo desconoce, trata el instructor de utilizarlo con Adriana para que, enredándola en las mallas del proceso, presione a su marido a fin de hacerle confesar el crimen.

No llega a lograrlo pero el juicio sí llega a celebrarse y en él el Fiscal Vagret, ignorante de los verdaderos propósitos del Juez instructor y sus artimañas, ve la ocasión de impulsar su carrera hacia la consecución de la ansiada toga roja manteniendo una brillante acusación que conduzca al acusado a la pena capital que en principio le parece que merece. Y, en efecto, después de una no menos brillante intervención del Abogado defensor, es el Fiscal quien parece que va a triunfar convenciendo de la culpabilidad al Jurado.

Mas he aquí que en su mente, con ocasión de una pausa en el juicio, antes de su conclusión, se abre paso la duda moral sobre la rectitud de sus argumentos y la terrible perspectiva de resultar condenado un inocente le impone un cambio radical de actitud, hasta el punto de que la expresión de sus dudas en la parte final del juicio hace que la balanza de la Justicia se incline finalmente por la absolución y con ello, la ambición del Fiscal de progresar en su carrera salta en pedazos.

Pero este triunfo, no de sus aspiraciones profesionales sino de la Justicia con mayúsculas tiene un alto precio, cuyo pago es el desenlace de la obra y que naturalmente no vamos a revelar.   

Veremos que el clima apasionadamente político y de aspiración de conquistas sociales aludido al comienzo tiene su contrapunto en una sociedad rural todavía marcada por el antiguo matriarcado, en la que los poderes del Estado son puestos en cuestión por una población no exenta de aspiraciones nacionalistas e identitarias y que ven a los funcionarios que representan a esos poderes de algún modo como extranjeros que están allí para medrar, y que más vale tener lejos porque ningún beneficio cabe esperar de sus actos.

Se presentan así en la obra dos mundos, el pequeño burgués de los que viniendo de otros lugares de Francia y aspirando a irse a otros más cosmopolitas crea su propio entorno cerrado de relaciones sociales y el mundo rural desconfiado y vuelto sobre sí mismo que sobrelleva sus carencias materiales como puede y cuyo apego a tradiciones muy antiguas es inquebrantable.

Sobre ambos y con el noble propósito de alcanzar un nuevo estado de progreso moral y material, se alza la crítica al mal funcionamiento de las instituciones del Estado, al utilitarismo político y  a la injusticia tanto como la crítica a los viejos prejuicios, al involucionismo y a la resignación y esta crítica es precisamente la que trata de hacer la obra, en la que, tensiones dramáticas bien construidas aparte, prevalece un claro fin didáctico a través de la obligada reflexión.

Para finalizar, una referencia al autor. Eugène Brieux, dramaturgo, periodista y viajero francés (1858-1932) se caracterizó por escribir obras esencialmente didácticas y de ahí que en propio texto de la que nos ocupa se vea en más de una vez la mano del director de escena, siempre con el objeto de destacar la injusticia del sistema social y representar a los más desfavorecidos. La temática de sus obras es variada, pero siempre ocupándose de problemas de la actualidad de su tiempo (muchas veces también del nuestro) y así en ellas llamará la atención sobre los resultados de la educación femenina en las clases obreras, el fariseísmo, la corrupción política, la frivolidad de cierto tipo de caridad, el sistema de dotes, las apuestas o la novedosa práctica de dejar de amamantar a los niños y en La Toga Roja sobre la injusticia de la Ley y sobre todo de quienes la aplican. Fue distinguido con su elección para la Academia Francesa y como Gran Oficial de la Legión de Honor y aunque resulte casi desconocido para el público español, no obstante haberse traducido La Toga Roja, como otras obras suyas, a nuestro idioma, publicado y representado pocos años después de su creación, se trata de un autor que sin destacar por una gran originalidad formal si lo hace por su sinceridad, presentada con un buen savoir faire dramático, que en su día mereció el favor del público popular y que todavía hoy nos enfrenta a problemas que no pueden considerarse definitivamente resueltos.

 

“La Toga Roja y la Mujer” por Concha del Toro Cruz

En la Toga Roja, escrita en 1900, el autor pone de manifiesto la injusticia del sistema judicial, con una mirada inteligente y crítica.

Es una obra de sorprendente actualidad hoy día, más de 100 años desde que fuera escrita. Con la excusa de un juicio que el espectador no ve, trata temas como la politización de la justicia, la corrupción y la desigualdad entre hombres y mujeres.

En una época en la que no existe siquiera el sufragio femenino, el autor muestra un gran sentido crítico y una gran sensibilidad en defensa de la mujer. Denuncia esta desigualdad valiéndose de tres personajes femeninos fuertes, casi arquetípicos:

La mujer del Fiscal, una mujer ambiciosa, sin escrúpulos e inteligente, relegada a la sombra de la carrera de su esposo, que denuncia que la mujer tiene vetado el acceso a puestos de responsabilidad. Llega a decir este personaje que los jueces deberían ser mujeres, alegato feminista adelantado a su época.

Otra mujer, la esposa del acusado, que sufre el verdadero juicio y la pena más severa. Discriminada por clase y por género. Es una mujer víctima de un abuso, de la injusticia social y de los prejuicios, por los que pierde toda su vida y su familia.

Por último, la madre del acusado, un personaje que representa la tradición, la honradez, la fuerza de la mujer vasca, apegada a la familia, a la tierra y que es a la vez una pieza fundamental de una sociedad prejuiciosa e injusta.

Estas tres mujeres asumen roles diferentes en la obra. La primera de ella, la esposa del Fiscal Vagret motoriza la acción de  su esposo, prueba de ello es la presencia de ésta en todos los escenarios.

La madre de Obertal, a la que el autor, probablemente de manera intencionada, no le da nombre, y  la identifica por su relación de parentesco con el acusado, si bien aparentemente no contribuye a la trama principal, por el contrario su presencia y magnífico diálogo con La Bouzule,  sirven para mostrar los “efectos colaterales” menos visibles y menos públicos de la Justicia, sus incongruencias, y paradojas, tal y ella manifiesta “Eso que llaman justicia, nosotros los pobres, no la conocemos sino cuando nos cae encima, por el daño que nos hace”.

Y por último Adriana,  esposa, madre, nuera, acusada, víctima y…

Es elegida por nuestro autor para encarnar la vulnerabilidad de las personas ante la máquina arrolladora del sistema judicial, un personaje que a través de sus desgarrados parlamentos nos adentra en sus intimidades, inquietudes y drama, siendo, junto con el Fiscal Vagret, dos personajes con marcados tintes psicológicos propios del nuevo teatro que está surgiendo en el Siglo XX.

Como anécdota señalar que la obra se desarrolla en Mauleón, donde en esa época se da un curioso fenómeno migratorio femenino. Mauleón, localidad enclavada en el país vasco francés, en proceso de desarrollo industrial en esas fechas con una floreciente industria de alpargatas, en la que  la mano de obra es mayoritariamente femenina. La industria de la alpargata de Mauleón se nutre de la mano de obra de mujeres jóvenes españolas, aragonesas y navarras, las llamadas “golondrinas”, que cruzan en grupos y a pie los Pirineos en un movimiento migratorio coincidente con el de estas aves, para trabajar en las fábricas de alpargatas en invierno y regresar en primavera a sus hogares.

Relación de participantes

INTÉRPRETES

Narradora                                                           Leonor Bautista Girón

Berta                                                                   Elena Sánchez Castro

Madame Vagret                                                Inmaculada Ruiz Lasida

Fiscal Vagret                                                      Alejandro Martín Paez

Catalina                                                             Lucía Angelina Martín

Madame Bunerat                                               MªÁngeles Prieto García

Monsieur. Bunerat                                               Alejandro Martín Páez

La Bouzule                                                          MªÁngeles Prieto García

Mouzón, juez instructor                                      Juan José Bermúdez Jiménez

Ardenil                                                                   Elena Sánchez Castro

Ujier                                                                       Leonor Bautista Girón

Escribano                                                            Inmaculada Ruiz Lasida

Mondoubleau, Diputado                                   Concha del Toro Cruz

Teniente                                                             MªÁngeles Prieto García

Piérre Obertal                                                     Alejandro Martín Paez

Adriana Obertal                                                 Aurora Gallardo Sánchez

Madre de Obertal                                              Concha del Toro Cruz

Presidente de Sala                                             Juan José Bermúdez Jiménez

Fiscal del Supremo                                              Pedro J. Caro Garrido

 

EQUIPO TÉCNICO Y DIRECCIÓN

Lola Serrano                                                   Apoyo trabajo vocal

Ana Belén Martínez Domene                         Dirección sonido, montaje y edición.

Cristina Borrero                                               Dirección.

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