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La función notarial es un arte

La Summa Artis Notarial o Summa Rolandina y Aurora, que contiene los comentarios de Pedro de Únzala. El Ars Notarie de Salatiel.

De modo que el notario es o debe ser un artista en el arte de escribir y nada lo expresa mejor que el Reglamento Notarial: Empleando en ellos(los instrumentos públicos) estilo claro, puro, preciso, sin frases ni término algunos oscuros, ni ambiguos, y observando, de acuerdo con la ley, como reglas imprescindibles, la verdad en el concepto, la propiedad en el lenguaje, y la severidad en la forma.

¿Y quien conoce bien la Gramática y sus partes, la Morfología, Sintaxis, la Ortografía?. ¿Quién las conoce a la perfección?.¿ Y quien ha leído el diccionario de construcción y régimen de Rufino Cuervo?. ¡ Dios nos libre de un examen!.

Yo todos los días lo primero que hago es leer en el ABC, los artículos de los académicos, a ver si a mis años aprendo a escribir y construir como Dios manda.

Sí, la función notarial es un arte y los Protocolos, los archivos y los archivos históricos, constituyen unos soberbios monumentos y fuentes para el estudio e investigación de la cultura, de la historia, del arte de la sociedad y de la etnia.

Hay una abundante bibliografía sobre la materia.

Los protocolos como información de las vidas rural y urbana, la contribución etnográfica de los protocolos; la organización social, la economía, la religiosidad estudiadas en los documentos notariales.

Son libros muy especiales, salvo los datos y elementos del negocio jurídico, lo demás suele ser muy modélico o formulario y en contra de lo que se cree predomina en ellos la oralidad sobre la literalidad; lo que exponen las partes y los que estos de palabra aceptan y otorgan.

El notario, además de autorizar(función publica), recoge las pretensiones de las partes, para conformarlas y adaptarlas al Derecho, que en definitiva, siempre es o debe ser lo contrario a la injusticia. Saber difícil, ingenioso, obra de artista.

En definitiva los autores verdaderos son las partes, los comparecientes, cualquiera que sea su categoría. El notario se limita a recoger lo que exponen y quieren, escribiendo en forma jurídica.

Yo he escrito muchos libros de estos, doscientos, más.

Libros que nacen el 1 de Enero y se cierran el 31 de Diciembre; que se escriben en papel timbrado, inventado por un jesuita para aumentar las arcas de la Hacienda; que se encuadernan en pergamino y se cierran con tapas y correas para recomendar y guardar sigilo.

Son públicos por que su propiedad es del Estado, y en definitiva contienen la intrahistoria, la narración de los hechos y actos corrientes de los hombres de todas clases, no sólo los brillantes de personajes de alcurnia.

Hablan y recuerdan que en tal fecha hay que realizar un pago; piden y prestan dinero, cargando las tierras rústicas con pósitos y cargas o hundiendo los techos de casas y pisos con pesadas hipotecas desde su tierna edad hasta la muerte; cambian los dueños de las fincas, los elementos físicos de ellas y así el solar lo hace vivienda y el secano, arbolado o regadío. Casan los bienes en las capitulaciones matrimoniales y los descasan en los convenios reguladores y liquidaciones de sociedades conyugales y en muchos de estos, entre líneas, se ven las lágrimas, cuando no asoman los cuernos.

Se alegran muchas veces en las compras y lloran disimuladamente en las ventas vergonzantes.

Fueron otros tiempos testimonios de la esclavitud de la mujer, que ni de lo suyo podía disponer sin licencia y placer de su marido, aunque no le diera gusto en esto ni en nada.

Hoy son testimonios de su libertad y de los libros se deduce que cambian de maridos vivos como de trajes y camisas.

Unen las fuerzas y materiales de los hombres en pequeñas compañías para montar, por ejemplo un taller de bicicletas o en grandes sociedades para construir puentes y carreteras, autopistas, o levantar nuevas barriadas o ciudades.

En esos libros están descritos bienes, pisos, villas, chales y las goteras que caen del piso de arriba y las basuras que caen en los patios, los ruidos de aparatos, humos o temblores que molestan a los vecinos y los perros que ladran por las noches. Las grietas que produce el metro ¡ Qué en las actas se recogen todos los hechos por raros o novedosos que sean; hasta los llantos de los niños de matrimonios separados que se niegan a irse con sus padres los días señalados!.

Contienen repartos de notificaciones y requerimientos de pagos de los bancos y haciendo estos requerimientos y notificaciones, me dijo un nieto que esperaba en el coche: “Abuelo yo no sabía que los notarios eran como los carteros”.

Disponen de los bienes para después de la muerte y los testamentos producen en unos parientes lividez y lágrimas y en otros risas sardónicas, según la suerte.

Y que diremos de los libros especiales de protestos que tienen apuntados como en una pizarra de taberna a todos los tramposos.

Eran infinitos en otros tiempos, ya menos después de la ley del cambio y cheque. Una noche del Corpus me propuse firmar todos las copias de protestos que en grandes cantidades me acercaron los empleados; eran innumerables y ante la infinidad de ellos me asusté con ese asombro propio de los filósofos y poetas y le escribí a un compañero:

Érase un hombre de firmar doblado

érase montones de papeles

y eran carros tirados por corceles

de avales y de endosos recargados.

Érase mil alfabetos rejuntados,

do aprenden sus oficios los noveles

y cédulas amargas como hieles

que asustan a tenderos desgraciados.

Por el número quinientos voy entrando.

Y al infinito cardinal me presto,

la una, las dos, las tres… y yo firmando

Se escapa alguna palabra o algún gesto.

Ya amigo, Pepe, estoy desayunando

y no termino nunca los protestos.

He escrito muchos libros de la vida con plagio de ella misma, de los hechos que me ha revelado, confiando en mi función.

He visto en ellos también soberbia y humildad. ¿De intelectuales? Recuerdo de comparecientes, que no perdonaban, un título, nobiliario, familiar, profesional, académico, deportivo, ni honores ni dignidades, ni por un olvido o descuido siquiera, como si fueran reyes de León de Castilla, de Nápoles, de Sicilia etc. etc. En su derecho estaban y protegidos por el Reglamento Notarial. De soberbia intelectual, específicamente dicha no recuerdo nada.

Federico de Castro y Bravo en su obra de derecho civil, dice que el notariado es la aristocracia jurídica. Quevedo en El mundo por de dentro, después de afirmar que hay buenos y malos escribanos dice: “ Pero decir, el oficio es con los buenos como la mar con los muertos, que no los consienten y dentro de tres días los echa a la orilla”.

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