Seleccionar página

Estampas sevillanas: Regreso a Venecia

Estampas sevillanas: Regreso a Venecia

Hay ciudades tan famosas, tan célebres, que cuando las visitas no logras poner ojos nuevos. No cabe descubrirlas, sólo cotejar lo que encuentras con tu propia expectativa, sopesar tu experiencia con el mito. Venecia  entra en ese escalafón de la leyenda y por eso no puedes decir que has ido a conocerla, sino que regresas a ella.

La novela que voy a publicar con el título Regreso a Venecia nació de un contraste. Imagínate qué sitio más raro para una historia detectivesca. Aquí los bajos fondos estarían en un barrio renacentista, el sótano donde se esconde el cadáver se inunda, la policía te persigue con una lancha y para detenerte tiene que desembarcar primero. Es un lugar invadido por la muchedumbre internacional, turístico, manoseado, casi vulgar, el menos apropiado para escribir una trama de misterio. La combinación era tan improbable que en el momento en que me imaginé al protagonista deambulando por una ciudad empantanada, encajó en ella como un guante y la novela navegó sola. Creo que Venecia actuó como un maestro mago que me enseñó a realizar algún truco.

Si la historia se volvía demasiado dramática, podía detener su ritmo y añadir una pincelada sobre la ciudad sumergida, anotar una observación y así detener el paso de la trama, que tomaba aire y esperaba a que el mundo volviera a latir tranquilamente. A mí me ha ocurrido alguna vez que he visto un atardecer o un lugar tan estupendos que se me ha olvidado mi preocupación y pensé que Venecia podía tener ese efecto terapéutico sobre el lector. Otorgarle un respiro y una curiosidad.

La historia comienza con la muerte sin aclarar de un magnate en el Adriático. Su desaparición provoca el regreso de su sobrino Adrián Lucano a Venecia. Una secreta ofensa les había alejado.

Adrián ha de acudir al funeral y descubre que un testamento oculto amenaza a sus tres primos, unos herederos a los que ha odiado desde niño, y que acuden al lugar atraídos por la fortuna familiar.

Adrián Lucano va a ver gente muy extraña y se va a llevar más de una sorpresa, incluso descubre que una oscura Fundación sobrevuela con su intriga política sobre el corazón de la familia Lucano. Adrián se verá envuelto en conflictos y conspiraciones que no esperaba, sumergiéndose en un laberinto cada vez más amenazador. Pero volvamos a la fascinación que ejerce esa ciudad.

Venecia es un museo de sí misma. Napoleón la invadió y acabó con su independencia. Curiosamente, al morir Venecia, sobrevivió. Porque lo que venía después era la masificación de las ciudades, los bloques de hormigón, el estilo funcional, el acero y el asfalto, es decir, el siglo XX, que ha destruido el perfil de Europa con más eficacia que todas las invasiones bárbaras.

Antes, hace un par de siglos, cada capital tenía su personalidad, su estilo propio, la coronaba su plaza, poseía su catedral, sus palacios, su barrio popular. Pero ahora sólo con suerte hallaremos un casco antiguo, ahogado entre bloques de pisos, todos iguales desde Moscú a Sevilla.

En cambio, Venecia permanece detenida en una burbuja donde no pasa el tiempo. Primero, porque una isla no puede crecer y, segundo, porque al perder la ciudad su poder, se dejaron de construir edificios nuevos y no tuvo ocasión de modernizarse como el resto de Europa. Eso la dejó suspendida en el tiempo, convertida en su propio fantasma.

Y es ese aire de mundo detenido, previo a la revolución industrial, el que el viajero busca fascinado. Uno entra en Venecia y casi puede imaginar lo que fue la vieja Europa cristiana, renacentista y barroca, con sus luces y sombras, pero que constituyó el mundo durante siglos. Para Venecia sólo existe el pasado, el presente es un incordio de turistas y contaminación y el futuro barrunta el hundimiento, la muerte definitiva. Venecia es como un naufragio a cámara lenta, un Titanic urbano que se hunde una pizca cada año.

Miramos su situación patética como un aviso de que esta vida, todo lo que amamos, la belleza y el amor, son efímeros. Esta urbe es la prueba arquitectónica de que ninguna obra humana permanece.

Por eso se equivoca el que va a Venecia como si fuera a Disneylandia. Esta ciudad representa lo contrario a la diversión, es su féretro. Aquí ya ha sucedido todo y no queda otra esperanza que la del recuerdo. Ahí radica su atractivo, en esa reflexión melancólica que el visitante se hace. Y si queda en pie un nuevo día y continúa viva a pesar del  mar y el agua alta y la desastrosa cimentación, es que a nosotros también se nos ha concedido un día más de vida y hay que aprovecharlo. Carpe diem, vive el momento, nos dice la ciudad. Es su lema. Espero que algo de su misterio y su magia haya quedado en la novela, pero esos secretos arcanos quién sabe manejarlos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Colaborar en LTD

Colaborar en LTD

Si quieres escribir un artículo en nuestra revista, envíanos un mail y si es de interés para el colectivo, lo publicaremos.

Suscríbete a nuestro
Newsletter

Recibe el mejor resumen de contenidos.
Artículos, información legal, actualidad, formación y mucho más.
Compromiso de contenidos de primer nivel.

El Ilustre Colegio de Abogados de Sevilla tratará los dato que nos facilite con el fin de enviarme información exclusiva relacionada de La Toga Digital. Tiene derecho a acceder a sus datos, rectificarlos y suprimirlos, así como a otros derechos. Más información en nuestra política de privacidad