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El pensamiento único

Vivimos, todos, en una sociedad cada vez más anestesiada. Un exponente de ello es lo que se ha dado en llamar lo políticamente correcto, que, traducido, significa que se han establecido unas pautas, unas normas sobre lo que debemos pensar todos sin excepción. Unos principios encorsetados de los que no puede uno salirse, sino a riesgo de ser tachado de lo peor, llámese fascista, reaccionario, insocial…

Los del común, los ciudadanos de a pie, los que somos conocidos en nuestra casa a la hora de comer, no nos atrevemos a subir como el salmón contra esa corriente. Nos conformamos con guardar nuestras ideas, ocultándolas a veces para que no nos cuelguen el sambenito. Callamos. Nos han sellado la boca y lo hemos consentido cobardemente para que no se nos señale.

Afortunadamente, afloran voces, muy pocas, que se están rebelando contra este pensamiento único que, melifluamente unas veces o “velis nolis” otras, se nos pretende insuflar. Me quiero referir al juez Serrano. Si él, desde su pedestal, ha provocado la violenta reacción de las vestales del feminismo, imaginen si el que se revuelve contra una ley injusta es un vulgar ciudadano, como yo.

Asistía yo a un juicio penal, defendiendo a un presunto maltratador. Se le acusaba de maltratos psíquicos, porque su compañera reconocía que su hombre no le había puesto la mano encima. Ella se había acogido a la correspondiente asociación de mujeres maltratadas, que se había personado en la causa como acusación.

En el interrogatorio a la perjudicada le formulé la siguiente pregunta:

-¿Es cierto que la asociación a la que Vd se acogió le exigió como condición que Vd formulase denuncia contra su compañero, por maltrato psíquico?-

No podía esperar lo que esta pregunta provocó. La Fiscal me interrumpió, pidiendo al Juez que declarara impertinente la pregunta, y no tuvo empacho en tildarme de machista.

Y yo, desde mi condición de hombre, desde hace mucho tiempo me vengo preguntando: ¿Por qué el término machista es peyorativo, mientras que el término feminista goza de todas las bendiciones? ¿No son las feministas mujeres que, lejos de defender los derechos de la mujer, sencillamente odian todo lo que huela a masculino? Yo tengo la respuesta, pero la dejo en el aire para que el curioso lector la adivine.

Hora es ya de decir abiertamente lo que pensamos, sin miedos. No estoy de acuerdo con la Ley de Violencia de Género, porque discrimina, con el pretexto del termino acuñado de “discriminación positiva” (la discriminación no es ni positiva ni negativa; es discriminación). Rechazo la ley del aborto, porque le niega al concebido el derecho a nacer, contra lo que determina el Código Civil y la LEC, que considera parte legítima del proceso al concebido para defender sus derechos (¿No está entre esos derechos el fundamental de la vida?).

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