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El cuento del ruido

Juan ha vuelto a su ciudad después de permanecer un par de meses fuera con la familia por vacaciones y trabajo.

Maruja su mujer está dulcemente embarazada de varios meses. Tienen otros dos niños uno de unos diez años y otro de dos. Con ellos vive el padre de ella que ha pasado ya el umbral de los 70. Es un hombre nervioso.

Tienen un piso modesto pero cómodo.

Desde la primera noche no hay nadie de la familia que pueda dormir. Resulta que lo que dejó como un local bruto, junto a las ventanas de sus dormitorios, es ahora una especie de disco–pub.

La música del local se escucha, pero no es solo eso, los chavales van llegando a partir de la 1 ó 2 de la mañana con motos ruidosas, dejando los coches en doble fila con la radio puesta muy fuerte, se ponen a charlar junto a la ventana…

El local tiene veladores en la acera, cierra en torno a las 7 de la mañana.

Su hogar se ha convertido en un auténtico infierno. Ha llamado a la Policía Local varias veces. La Policía, después de insistir reiteradamente ha ido. Pero no le dan soluciones.

Le indican que vaya a la Delegación de Medio Ambiente. Juan tiene una sensación amarga y de impotencia.

Cada día esta más irascible. A su suegro no hay quien lo aguante ya que no duerme por las noches. Los niños están imposibles, y su mujer está teniendo verdaderos problemas con el embarazo y está angustiada.

Ha ido varias veces a la Delegación de Medio Ambiente. Prácticamente los días que va tiene que echar la mañana.

Se ha dado cuenta que no le van a resolver el problema.

Le han dicho que el local tiene solicitada la licencia y que teóricamente no debería estar abierto. Pero que el hecho que esté abierto (sin poder jurídicamente estarlo) es muy habitual. Parece ser que la solicitud se presentó un día antes de la declaración formal de dicha zona como zona acústicamente saturada. Aunque todo el mundo sabe en la ciudad, que ya esa zona no podía aguantar más actividades, ya que se encuentra muy contaminada y degradada acústicamente.

Él, incluso, recuerda, que una empresa realizó los informes técnicos para la declaración de zona saturada hace al menos ocho meses y le dijeron que la contaminación acústica era muy seria.Luego realmente ha abierto un nuevo local en zona de hecho acústicamente saturada.(Aunque formal o jurídicamente faltara un día para que lo fuera.)

En medio ambiente en la primera visita no han encontrado el expediente. En la segunda visita le han dicho que el expediente lo tienen los técnicos. En la tercera visita ha observado que el proyecto técnico no está en el expediente. No le han dejado hacer ni una sola copia.

De los veladores no quieren saber nada en la Delegación de Medio Ambiente del ayuntamiento, dicen que es un problema de la Urbanismo, de vía pública. Vamos y digo yo que el problema de Juan es el ruido no la ocupación de la vía pública. (Que yo sepa los veladores son muebles silenciosos).

Ellos dicen que sin duda tramitarán los expedientes con sumo rigor, aunque tardarán meses. Que mientras tanto no pueden hacer más de lo que hacen…..Una cosa es el expediente y otra cosa lo que ocurre en la casa de Juan.

No pueden medir el ruido real, ya que oficialmente la actividad aún no existe y lo que no existe no hace administrativamente ruido.

Juan pregunta si van a medir el ruido de las otras actividades colindantes ….para poder realmente evaluar el efecto aditivo que soporta….. le indican que nunca lo hacen. Nunca y en ningún expediente, pese a ser zona ya saturada.

El paciente de Juan, se ha ido a la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento para ver si le solucionan algo…..

Le han dicho que los problemas de ruido son de Medio Ambiente, que los veladores si acaso los quitarán en unos meses, pero que no servirá de nada ya que como son de propaganda al día siguiente pondrán otros. Le han informado que las obras del local se han realizado sin licencia y que los veladores no tienen tampoco licencia.

Ha mandado a su familia a un piso alquilado ya que los ruidos son cada día más insoportables, el camión de basura ahora es más grande y permanece más en la zona, el local ha puesto varios futbolines, además hacen un concurso de levantamiento de pesas y cuando cae es como una bomba.

La vuelta a su oficina en Sevilla está siendo muy difícil… un médico amigo le ha recomendado algunos antidepresivos.

El local ha instalado una pequeña pista de baile, en ocasiones tienen actuaciones en directo de coros rocieros y de bandas de trompetas y tambores, en otras ocasiones se realizan concursos de karaoke. Las puertas y ventanas están siempre abiertas.

Juan, nuestro protagonista, ha remitido una carta a la Delegación de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía. A los pocos días le han contestado muy amablemente indicando que la competencia dice que del anexo III de no sé que,…. es del Ayuntamiento. Que ellos no pueden hacer nada. La carta era muy educada.

Su mujer, con una gran barriga, se ha ido a ver al Defensor del Pueblo. Le han atendido con gran cortesía y estupendamente. Le han dicho que admiten su queja y que en unos meses le contestarán.

El piso está abandonado con una hipoteca de ruidos.

Alguien le ha hablado a Juan que vaya a un abogado.

El abogado, le he dicho que el Derecho si concede protección frente a las inmisiones sonoras; otra cosa es que éstas continúen teniendo impunidad por parte de los poderes públicos y de las administraciones, pero no por parte de los Tribunales de Justicia.

Otra cosa es que los procesos sean fáciles. Los procesos son batallas y siempre se pierde algo. La Justicia en España es muy lenta. No le van a quitar el ruido mañana, ni pasado mañana. Que incluso puede tener mala suerte y encontrarse con un juez formalista, o que considere que la jurisdicción contenciosa es meramente revisora y no tuteladora de los ciudadanos.

El abogado le ha indicado que los técnicos que realizan los proyectos son muy profesionales, ahora bien una cosa son los cálculos teóricos de aislamiento y otra cosa es la realidad práctica. (Que el papel se deja poner lo que quiera y que es verdad que los técnicos están muy mediatizados por los que encarga los proyectos) (Más o menos lo que ocurre con los auditorias que han motivado las quiebras en USA). La ejecución de los proyectos es otra cosa.

También le ha indicado que es cierto que la prueba práctica de resultados de los aislamientos la realiza un técnico pagado por el propio empresario.

No obstante, hay que tener confianza en los jueces. Juan sigue perplejo.

Con ese ruido no se considera una persona libre, se encuentra él y su familia agredido de una manera intolerable.

Que no puede vender su piso, y que tiene complejo de ofrecerlo ya que siente como si estuviera engañando a alguien.

Le advierte el abogado, que si realiza una prueba del ruido que realmente soporta, el Juez le dará una valoración relativa como prueba aportada por parte y que una prueba dentro del proceso será imposible de hacer ya que el día que se haga sabiéndolo el empresario no habrá ruidos de trompetas y tambores, ni karaoke ni na de na. El día de la prueba será un paraíso con lo cual es una tontería hacer la prueba dentro del procedimiento ya que los efectos indirectos y aditivos del ruido no existirán.

Es puro terror, si realmente esto es así ¿cuánto tardará el Ayuntamiento en reaccionar una vez que tenga la licencia y puentee el limitador o desarrolle actividades no autorizadas? ¿Qué hacer con la gente que entra y sale y da voces? ¿Qué defensa tiene?

Este relato es un cuento, que pertenece como es obvio al mundo de la fantasía. Faltaría más. La única verdad es que si hay ruido no somos libres y que el ruido es una hipoteca que no necesita constar en el Registro de la Propiedad para restar valor a los inmuebles. También es verdad que el ruido es muy peligroso para la salud. El ruido también produce la llamada “impotencia aprendida” es decir los menores se sienten impotentes frente al entorno y desisten de aprender lo cual implica un mayor fracaso escolar en zonas ruidosas.

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